lunes, 22 de noviembre de 2010

Simios Parlanchines

Ah, queridos lectores en prácticas, comentaremos hoy los milagros del plurilingüismo:

si uno es nacido en Wyoming, o, digamos, Tupelo (Misisipi) o, diantres, disfruta de un inglés propio de la más rancia aristocracia galesa (ése deje suavón que sólo los verdísimos maizales de la campiña galesa proporcionan) nada tiene de especial el lanzarse a la tonada en la lengua más sajona. El mérito, mis queridos lectores en prácticas, es el atreverse con las vernáculas ajenas, es el adaptar lo foráneo a la pesadez de boca granadina o al, seamos sinceros, muy desagradable al oído sonsonete jaenero (no se me ofusquen, el que suscribe lo heredó de su abuelo como también éste le dejó una piernas lánguidas y un pie pequeñito) mostrando así, a las claras, el milagro, ¡y el gozo!, de pertenecer a esta rara especie de simios parlanchines en la que nos contamos todos. Les ofrezco, pues, este raro contraste, este conflicto que resulta tan rompedor que es por sus grietas por las que, como cantara el bardo Leonard Cohen, se cuela la luz que nos ilumina a todos. Y hablando de milagros, y de luces, Rafael Martos Sánchez y su satánica majestad, El Príncipe Gitano: